10 julio 2012

Soportarse a sí mismo | La Puerta de Damasco



De La Puerta de Damasco , por Guillermo Juan Morado



La paciencia no es una virtud que tenga que ver solo con los demás, sino que también está relacionada con uno mismo.


Debemos ser pacientes con las imperfecciones y fallos de los otros. En la convivencia cotidiana nos enervan muchas veces pequeñas cosas: una puerta mal cerrada, algo que se ha dejado descuidadamente fuera de su sitio o, simplemente, lo que los demás hacen siempre que lo que hagan no lo hagan exactamente como nosotros querríamos que lo hiciesen.


A veces se toleran mejor las grandes contrariedades que las pequeñas: “las pequeñas contrariedades suelen molestar más que las grandes, porque son muchas e inoportunas; y las domésticas más que las de fuera”.


Refiriéndose a la paciencia con uno mismo, escribe san Francisco de Sales: “Contando con nuestras debilidades, hemos de aprender a aceptarnos a nosotros mismos, de forma que – sin renunciar a la lucha por alcanzar la perfección - , sepamos aguantarnos y tolerar nuestras propias miserias, conscientes de nuestra pobreza humana”.


Dos verdades se exponen a la vez en este texto: La primera es que no podemos renunciar a la búsqueda de la perfección, de la santidad. La segunda - importante, aunque subordinada a la primera - , es que en ese combate hemos de contar con nuestras limitaciones.


Hay que dar tiempo al tiempo. Ninguna herida cicatriza en un día. No hay que amar las propias imperfecciones, pero sí sufrirlas porque – sigue diciendo el santo doctor – “la humildad se nutre de este sufrimiento”.


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