Ya desde el año 1959, en vista del Concilio y para todos los tiempos, el Señor preparó a la Madre Trinidad con una capacidad especial de cara a una misión singular y personalísima que Él le daba en relación al Vicario de Cristo y a los Obispos. La misión de amarles, sostenerles, consolarles, ofrecerse por ellos y ayudarles a presentar el verdadero rostro de la Iglesia, con toda la comunicación de Dios a su alma.
Además de haberle comunicado las profundidades luminosas de los planes divinos, Dios le ha dado también abundante luz sobre el modo de llevar a cabo su voluntad de Iglesia. En la primera parte de este escrito nos explica cómo el Señor le hizo ver su pensamiento sobre el Concilio Vaticano II, la misión de cada uno en la Iglesia, la necesidad de reforma y el modo de llevarla a cabo. [...]
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