Leyendo el contenido de esta semana se intuye el porqué y de dónde le viene a La Obra de la Iglesia la necesidad y la urgencia de vivir permanentemente ofrecida al Señor por el Pueblo de Dios, por el Santo padre y por los Obispos.
El Señor, después de haber introducido, profunda y deliciosamente, en su gozo a la Madre Trinidad, le hizo comprender, al mismo tiempo, el sufrimiento y la fortaleza de la Iglesia -“Torre fortificada”- y lo pequeñita que era ella a sus pies -“zapatito de la Iglesia”-, tan sencilla y tan insignificante. Pero como dijo un Obispo a propósito de esto: “sin zapatito se camina muy mal, y duelen mucho los pies…”.
A lo largo de este escrito, la Madre Trinidad hace alusión al silencio en que se encuentra, al no ser escuchada como Dios quiere, y a la soledad en que vive desde siempre; y todo es porque, hasta que la Iglesia no deje de llorar la pena de la incomprensión de los suyos, ella, como Eco de la Iglesia, no dejará de vivir, en total sintonía con la Iglesia, su soledad dramática y su pena dolorosa. [...]
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